jueves, 22 de mayo de 2008

El Boeing 747 que sobrevivió al volcán.

[En momentos en que están suspendidos la mayoría de los vuelos sobre suelo patagónico por la erupción del volcán Chaitén, es bueno repasar el modo en que afecta la ceniza volcánica a un avión.]

"Señoras y señores, les habla el capitán. Tenemos un pequeño problema. Los cuatro motores se han detenido. Estamos haciendo todo lo condenadamente posible para arrancarlos de nuevo. Espero que esto no les inquiete demasiado...."

La frase fue el modo en que el capitán de vuelo Eric Moody se dirigió a los pasajeros. Afuera una misteriosa luz blanca recubría la superficie del avión mientras los motores lanzaban voluminosas llamaradas. Cualquiera esperaría lo peor en una situación semejante. Sin embargo, el vuelo pasaría a la historia como el incidente de Yakarta: el Boeing 747 que sobrevivió a un volcán.


El incidente de Yakarta

¿Podría sobrevivir un Boeing 747 al atravesar una nube de cenizas volcánicas?. La respuesta la obtuvo involuntariamente el vuelo 009 de British Airways al atravesar una nube de cenizas volcánicas provenientes del Monte Galunggung. El 24 de junio de 1982, había despegado del aeropuerto de Heathrow con 263 pasajeros a bordo, y destino a Nueva Zelanda.

El viaje resultó normal hasta atravesar la ciudad de Yakarta, cuando una fina capa de humo comenzó a notarse en la cabina, y una nube comenzó a envolver el avión mientras el radar mostraba un cielo despejado. Una brusca turbulencia sacudió al avión por completo y el aire del interior comenzó a enrarecerse a través de un humo espeso que ingresaba por la ventilación. Inmediatamente, la explosión de los motores fue acompañada por un aumento de la temperatura que bañaba en sudor a los pasajeros y un olor a sulfuro que remitía al mismo infierno pero ésta vez en el cielo. Mientras el personal a bordo intentaba conservar la calma (algo difícil teniendo en cuenta que los pasajeros podían ver los problemas y el fuego con sus propios ojos), un completo silencio anunció lo peor que podía pasar: el avión se había quedado sin motores.

El gigantesco planeador.

El Boeing 747 se había convertido entonces en un gigantesco y silencioso planeador. Los pilotos lo entendieron de inmediato, y comenzaron a luchar para maniobrar el avión en lo que era una larga y lenta caída de casi 15 minutos de duración, sin todavía entender la causa del desperfecto: teniendo en cuenta que un Boeing 747 en caída puede viajar adelante diez millas por cada 1000 ft pies (aproximadamente 16 kilómetros cada 300 metros de altura), el BA 009 contaba con algo menos de 30 minutos antes de estrellarse en el mar.

La ecuación se redujo aún más cuando las mascarillas de oxígeno se activaron luego de un alerta por la disminución de presión, el mal funcionamiento hizo que el capitán decidiera descender abruptamente hasta una altura donde
había suficiente oxígeno en la atmósfera exterior. La decisión fue crucial para salvar las vidas a bordo, ya que al descender el avión comenzó a desprenderse de la nube de cenizas volcánicas, y en pocos segundos, los motores volvieron a funcionar automáticamente.

Al volver a ascender, y sin saberlo, estaban nuevamente entrando en la nube de cenizas. Al momento de aterrizar en una pista de Yakarta, contaban nuevamente con un motor averiado, además de numerosas dificultades de visibilidad por estar dañado el parabrisas. Sin embargo el aterrizaje resultó perfecto. Había terminado el que sería hasta el momento el vuelo-planeador no deseado más largo de la historia.

El efecto del volcán: el cenicero volador.

Al salir del avión, los pilotos se
encontraron con que todos los bordes principales en alas, motores y el frente del avión estaban despojados de la pintura como si el avión habría sido carcomido. La parte más afectada, trágicamente había resultado ser el motor y las turbinas. El motivo por el cual se explica que no se detectaron las cenizas volcánicas es que el radar capta las nubes según determinados valores de humedad inexistentes en una nube de cenizas volcánicas.

El avión pudo volver a servicio luego del reemplazo de algunos motores y trabajos de restauración, y fue recordado en el ambiente como el "cenicero volador". Increíblemente, el espacio aéreo en la zona del volcán no estaba debidamente controlado, y apenas unos días después del incidente fue reabierto, hasta que nuevos problemas obligaron a desviar definitivamente las rutas de aviones de la zona.

El récord del vuelo-planeador no deseado se mantendría hasta el año 2001, año en que un Airbus A330 (Air Transat Flight 236) lo superaría tras quedarse sin combustible en otra maniobra milagrosa de la aviación.

Del blog de VisionBeta

No hay comentarios:

Publicar un comentario