domingo, 14 de diciembre de 2008

La historia del médico que salvó a 8.000 judíos simulando una epidemia.

La barbarie Nazi exprimió el ingenio de muchos héroes y científicos. La siguiente historia es la crónica de la lucidez, sagacidad y dificultades de uno de ellos. El médico polaco Eugeniusz Lazowski inventó una gran epidemia de tifus a base de un innovador método que consistía en inocular los reactivos a personas sanas para generar falsos positivos. Las fiebres tifoideas eran ‘la peste negra’ para los alemanes, que acotaban en cuarentena cualquier brote sospechoso de propagarse evitando así la deportación y reclutamiento para los campos de trabajo y exterminio de los judíos polacos.

Eugeniusz Lazowski (1913-2006) era un médico polaco de inminente rasgos pacifistas. A pesar de enrolarse pronto en el ejército durante la Segunda Guerra Mundial siempre ejerció como ‘salvavidas’ y galeno en la descompuesta estructura de la milicia polaca y en la Cruz Roja internacional.

A mediados de 1940, un año después de la invasión Nazi, el Doctor se encontraba ejerciendo en la aldea de
Rozwadów, al este de la Polonia ocupada. Los alemanes estaban levantando ya la ingente red de campos de concentración, fábricas y minas que necesitaban para alimentar su maquinaria bélica. La mano de obra polaca, por su cercanía, era fuente barata e inagotable de recursos para el sistema Nazi.

Por la noche, y con alevosía, la Gestapo mezclaba sus rituales de asesinatos al azar con el trille de las aldeas polacas reclutando a la fuerza mano de obra dentro de una población ya diezmada por la hambruna y las necesidades más elementales. La mayoría nunca regresó a sus casas.

Hacía poco que el Doctor Lazowski se había trasladado a la aldea desde su Varsovia natal. Recién casado y titulado no temía por la deportación ya que el ejército alemán necesitaba de médicos judíos que controlaran las posibles epidemias ‘desde dentro’ para ejercer un control más efectivo. Lazowski tenía pues, junto con su compañero de facultad Stanislaw Matulewicz, la responsabilidad de informar de los brotes epidémicos en Rozwadów y en las pedanías aledañas.


Rozwadówen en 1938.Fuente

El tifus era la epidemia más temida por el ejército alemán. Su capacidad diezmante preocupaba sobremanera. El mayor error médico del ejército fue conseguir desterrar la enfermedad de toda Alemania, impidiendo la formación de anticuerpos en la tropa Nazi, lo que les dejaba vendidos e indefensos ante un posible contagio. Por ello tras las primeras bajas y alarmas dedicaron grandes recursos a la terror-investigación. En Buchenwald y otros campos, eran constantes los experimentos con prisioneros para probar las vacunas y pócimas contra el tifus exantemático. Todos los científicos duchos en materia eran reclutados en secreto para intervenir en estas investigaciones. Testimonios escalofriantes en el Juicio de Nuremberg dan fe de ello.

En las navidades de 1941, nuestro doctor se encontró con el primer caso de fiebres tifoideas del pueblo. Un joven aldeano con 40º de temperatura, jaquecas, escalofríos, y dolores generales acompañado de manchas rojas en la piel. La erupción se diseminaba al cuerpo entero a excepción de la cara, palmas de las manos y plantas de los pies. Tomó una muestra de sangre y la envió al laboratorio controlado, lógicamente, por los alemanes.

Los métodos de detección de la enfermedad se basaban en esa época en un reactivo llamado ‘reacción de Weil-Felix’ basado en el Proteus Ox-19 que mezclado con la sangre del paciente se aglutinaba y se enturbiaba en caso de positivar. Para que esto ocurriera, la mezcla debería estar a una temperatura no superior ni inferior a 38ºc, por ello las pruebas se hacían en habitaciones con complejos sistemas de calefacción y termostato.

El compañero de Lazowski, el Doctor Matulewicz especialista en medios de diagnóstico, preguntó una tarde de pruebas a su compañero:


-¿Qué ocurriría si en vez de mezclar el Ox-19 con una muestra de sangre se lo inyectáramos a una persona sana? Y si luego le tomáramos una muestra e hiciéramos la reacción, ¿se confirmaría el diagnóstico de tifus?


Con el miedo de banalizar el juramento hipocrático y convertirse en discípulos del mismísimo Mengele, ambos decidieron que valía la pena experimentar en un aldeano no sin antes confirmar que el reactivo estaba compuesto simplemente por bacterias muertas lo que impedía, teóricamente, el posible contagio.


-”Yo no estaba en condiciones de luchar con una pistola o una espada”, dijo, Lazowski en su biografía “pero encontré la manera de asustar terriblemente a los alemanes”.


Inyectaron la muestra a un paciente de la consulta amigo personal de Matulewicz, que estaba desesperado por eludir el reclutamiento Nazi. La prueba tifoidea dio positivo a las 4 horas y a los 6 días. El paciente no desarrollaba ningún síntoma. El experimento fue un éxito. Ambos habían conseguido que la reacción de Weil-Felix arrojara un resultado positivo en una persona sana, por primera vez en la historia, y sin que nadie más en el mundo lo supiera.


Barracón de tifoideos en Auschwitz.Fuente

Adjuntaron la muestra de sangre del primer paciente al laboratorio oficial nazi, cruzando los dedos de que no hubiera un nuevo y desconocido sistema de detección alemán. A los dos días recibieron el famoso telegrama rojo:


Achtung, Fleckfieber! (Peligro Tifus) […] confirmado positivo. Aíslen al paciente. Imposible pise suelo alemán”


A partir de ese momento los doctores diseñaron un complejo y estratégico plan para Pseudo-infectar a la mayor cantidad posible de polacos. Secretismo absoluto para con esposas y familia cercana. Con tácticas inteligentes para no levantar sospechas, siguieron las directrices marcadas por epidemias anteriores intentando imitar el comportamiento de un contagio natural.


En verano disminuían las falsas infecciones pues los piojos (portadores de la enfermedad) eran menos comunes por el aumento de las temperaturas. En el otoño de 1942 iniciaron la mayor campaña de infección. Mientras Matulewicz preparaba las muestras el Dr. Lazowski se dedicaba a buscar pacientes con gripe o con síntomas parecidos al tifus y tras advertirles de que quizás padecían la enfermedad, les ponía una la falsa-inyección diciéndoles que era para aumentarles la resistencia. Al poco tiempo les llamaba para tomarles la muestra de sangre y enviarla al laboratorio.


Tras hacer cuentas y ver el escaso número judíos y no judíos salvados aumentaron el riesgo de ser descubiertos ideando un nuevo compuesto que simulaba la sintomatología del tifus de una forma inofensiva y pasajera, de esta forma podían inocular el reactivo y engañar a los equipos de arbitraje nazi. Las cifras aumentaron.


Parecía todo muy prometedor para el joven equipo médico hasta que los alemanes enviaron una dotación de inspección médica a la región para verificar el alto número de casos de la “enfermedad” y la escasez de defunciones. El equipo, compuesto de unos pocos médicos y demasiados soldados armados, se reunió con el Dr. Lazowski a las afueras de la ciudad, donde un premeditado ‘banquete’ esperaba a los Nazis. Entre viandas y bebida el Dr. Lazowski consiguió reducir el grupo de inspección a sólo 2 unidades, ambas perjudicadas por la bebida. Con ellos se dirigió al sanatorio donde les esperaban infinitas muestras. No hubo más problemas.


Toda la región se llenó de carteles marcando territorio contaminado. El infierno para unos, fue paraíso para otros que consiguieron eludir el reclutamiento gracias a la perspicacia y valor de un par de jóvenes médicos polacos.


Cartel nazi avisando del área de cuarentena por tifus. Rozwadów


Hryniewiezki, ahora cirujano en la ciudad polaca de Poznan y que era sólo un niño de 15 años en ese momento, dice que recuerda los disparos que daba la Gestapo al azar, la epidemia y la cuarentena. Asimismo, recuerda, que después de una temporada, la gente descubrió lo que realmente estaba pasando.


“Cuando la gente mejoraba, se daban cuenta de que era falso”, dijo en una entrevista telefónica desde Polonia. “[…] Pero, por supuesto, nadie decía una palabra porque sabían que los alemanes nos matarían y matarían al Dr. Lazowski”. […] Él salvó a muchos de nuestros hermanos de ir a la cárcel o a los campos de la muerte”.


Al terminar la guerra ambos médicos se separaron. Lazowski se instaló en Chicago a partir de 1958, como pediatra y profesor de medicina en la Universidad de Illinois y cuando se enteró del paradero de Matulewicz (médico en el Zaire) intercambió con él correspondencia confesando al mundo sus hazañas en 1977 para una revista Norteamericana de microbiología. En el año 2003 el cineasta Ryan Bank comenzó a preparar un documental sobre los hechos, pero la falta de financiación y la muerte de Lazowski en 2006 interrumpieron el proyecto indefinidamente.


Fuentes y enlaces:

La historia fue un encontronazo en StumbleUpon, luego descubrí otras fuentes aquí y aquí, además de la wikipedia. Las fuentes gráficas son muy escasas debido a lo tardío de la confesión de ambos médicos.

Visto en kurioso

viernes, 12 de diciembre de 2008

Pragmatismo a la rusa

Leo que Arabia Saudí pide permiso a Rusia para construir una mezquita en Moscú. Los rusos, expertos en aplicar la reciprocidad sin trampa ni cartón (por ejemplo Osetia del Sur), han dicho, vale, de acuerdo, podéis hacer la mezquita en Moscú… pero nos tenéis que dejar hacer una iglesia ortodoxa rusa en vuestro país. Quid pro quo Clarice, que diría Aníbal Lecter.



Es una nueva muestra de que la diplomacia está muy bien, pero siempre que juguemos todos con las mismas reglas. Es el gran problema de occidente, y no meto a Rusia, que aquí abrimos mucho la mano y allí, nos la cortan. ¿Alianza de civilizaciones? Si es con reglas diferentes a cada lado de la frontera, no gracias. Los rusos lo han cogido a la primera, te invito a mi casa y te dejo ser como quieras ser, pero espero de ti lo mismo cuando vaya a tu casa.


Creo que la mezquita, de momento, no se va a hacer. Lo siento por los dos millones de musulmanes que viven en Moscú, pero es lo que hay mientras se practique la ley del embudo a la hora de dar y de pedir.


Puedes leer AQUÍ el artículo original. Está en inglés.

Visto en lollamancomunicacion.



jueves, 28 de agosto de 2008

Mikel Gorriaran, desventuras de un vasco en Cadiz

Para cambiar, os incluyo un relato corto de un detective en Cádiz... Espero que los laborales que sean de esa zona lo entiendan en su totalidad.... A los demás nos quedan algunas lagunas....

Me llamo Mikel Gorriarán, llevo 15 días en Cádiz y me estoy, o me están volviendo loco.

Os contaré mi historia. Soy investigador privado y me he venido a Cádiz a resolver un caso simple, pero la verdad es que a cada día que pasa se vuelve más complicado. Tan sólo se trataba de descubrir al amante de la mujer de un alto mandatario vasco; comprenderán ustedes por tanto que no dé su nombre, además porque me debo al secreto profesional.


En principio no tenía muchas pistas. Sólo sabía que el hombre en cuestión era de Cádiz, se llamaba Manuel Ramírez, que trabajaba en el Puerto de Cádiz y que le conocían con el alias de picha. Así que el individuo en cuestión debía estar bien dotado, ya que además de amante de la mujer del político, eran conocidas sus correrías por el Puerto de Bilbao. También usaba otro sobrenombre: “quillo”.


Con estas pistas, tomé el avión hasta Madrid y de allí enlacé con el tren hasta Cádiz. Llegué a la estación, cogí un taxi y mientras iba camino del hotel, intenté entablar conversación con el taxista. La cosa quedó en eso, en el intento. Porque que yo sepa una conversación es entre dos o más personas, pero el taxista no me daba opción ya que hablaba por los codos, y de modo ininteligible. Lo hacía de forma sumamente apresurada y las pocas palabra que podía caza al vuelo estaban incompletas. Quise preguntar por el puerto, pero sabiendo que su respuesta no la entendería, lo dejé para mejor ocasión.


Llegué al hotel “Playa Victoria”, y como mi interés era buscar al tal Manuel Ramírez, en principio consulté la guía telefónica de la ciudad; pero como presumía, aquí había demasiados Ramírez. En mi tierra hubiera sido muy fácil. Así que opté por buscar pistas en su lugar de trabajo.
Salí a la calle y pregunté por el puerto. Un señor muy amable me dijo que lo mejor era coger el autobús de los Comes, pero que para eso tenía que ir a Cádiz.


Aquello me desconcertó. ¿Dónde estaba yo?. Empecé a atar cabos.
Efectivamente cuando llegué a la terminal de la estación no ponía Cádiz, sino Cortadura. Y además recuerdo que en el trayecto di unas cabezadas, y claro en ese intervalo pudo haber algún enlace, o algo, no sé. Lo cierto es que yo no me encontraba en Cádiz. Pero no debía estar muy lejos.


Paré un taxi y con gesto decidido le dije al taxista que me llevara a Cádiz. El me contestó ¿A Cádiz adónde?. Y le contesté algo enfadado que a Cádiz, joder, a Cádiz, de una puta vez quiero llegar a Cádiz.


Ya luego el taxista con mucha paciencia y muy despacito me explicó que donde yo estaba era Cádiz, pero no era Cádiz. A ver si lo explico bien. Resulta que la gente aquí le llaman Cádiz a la parte antigua y desde unas murallas para adelante le llaman Puerta Tierra. Así es que en realidad yo estaba en Cádiz, pero en Puerta Tierra. No sé si lo expliqué bien, pero yo ya lo he entendido.


Llegué por fin a la estación de autobuses de Comes, pedí un billete para el puerto y me subí al autobús correspondiente. El trayecto fue relativamente corto, si acaso 30 minutos; pero la verdad es que yo creía que Cádiz era más pequeño. Sin duda me habían informado mal. Y además mi trabajo aquí se complicaba, puesto que habría que buscar en una ciudad más grande de lo que pensaba. Pero mis sorpresas no habían acabado. Llegado a la estación terminal pregunté por el puerto. Mi interlocutor me miró con mal genio y me dijo que esto era El Puerto.


Yo no entendía nada. Ese hombre enfadado y yo no veía barcos por ningún sitio.
La verdad es que el hombre tuvo más paciencia que el santo Job. Me fue explicando poco a poco que aquello era El Puerto de Santa María, pero que por todo el mundo (todo el mundo menos yo) era conocido como El Puerto.


Y además me dijo que eso no era Cádiz, que Cádiz estaba allí enfrente. Que El Puerto era un pueblo de Cádiz y que si lo que quería era ir al puerto de Cádiz que cogiera el vaporcito y me dejaría allí mismo.


Total, antes lo de Cádiz, que no era Cádiz que era Puertatierra y ahora que El Puerto es un pueblo de Cádiz y, entonces digo yo ¿cómo le llaman al puerto, al de los barcos, al puerto de siempre?


Subí por fin al que llaman el vaporcito de El Puerto, que para que lo sepan ustedes, no es un barco de vapor. No, porque aquí en Cádiz o donde coño esté ahora, no le llaman a las cosas por su nombre. Sí, le llaman vaporcito, pero en realidad es un barco que va a gasoil. Y llegué por fin al puerto de Cádiz, que aquí le llaman “el muelle”. Una gracia que me ha costado una gran pérdida de tiempo y dinero, que además no sé cómo justificar ante mi cliente, porque me temo que no me va a creer, y tampoco quiero darle muchas explicaciones porque seguro que voy a ser objeto de burlas.


Bien, obviaré todos estos inconvenientes y pasaré a la acción. De siempre las mejores informaciones se consiguen en los bares, así que me acerqué al bar más próximo al puerto (perdón “al muelle”), uno que se llama “Lucero” y pedí un tubo (de cerveza, se entiende), pero el camarero no lo entendió.


Yo más o menos le expliqué lo que quería y él con aire de suficiencia me dijo: “Ah, usted lo que quiere es un bó”. Joder, no sabía yo que también tenían un idioma particular los gaditanos.
Me acomodé en la barra del bar y puse la oreja atenta a lo que allí se cocía. Me acerqué la cerveza a los labios, tomé un trago largo y de pronto escuché la palabra mágica: “Picha”.


¡Dios!, por fin la suerte me vino de cara. Casi no podía creérmelo. Me atoré con la cerveza, me puse perdido, pero merecía la pena. Había encontrado a la persona que estaba buscando. ¡Bendita suerte la mía!.


Con disimulo me acerqué a los dos hombres que charlaban de un tema que no comprendía, pero tenía que ver con la música y con los coros. Y con un jurado, que por lo visto no tenía ni idea. Gente, sin duda muy creyente.


Aunque mal hablada eso sí, se escapaban de vez en cuando, demasiado de cuando en cuando, palabras mal sonantes, que no creo que deban reproducirse aquí. Pero, a mi lo que me interesaba era que uno de ellos fuera “el picha”. Y para asegurarme que esa era el tipo que buscaba,
pedí otro bó y pequé la oreja a la conversación.


Efectivamente, a lo largo de la conversación, uno de ellos: un tipo bajito (1,65 no más), moreno, 40 años, delgado, que no tenía ni media bofetada, era llamado constantemente “picha” por su compañero de conversación.


Jo, pensé, Dios le da pañuelos a quien no tiene nariz. No sé si lo captan ustedes. Porque aquél tipo se estaba trajinando a la mujer de mi cliente. Y aunque esté mal decirlo, porque soy un profesional, es una hembra de bandera. No me extraña que a ese tipo le llamaran “el picha”, porque sin duda era lo único bueno que tendría.


Bueno, bueno, que me desvío de la trama. Había dado con el individuo, eso era lo importante. Esperé tranquilamente a que acabaran la conversación y seguí al “picha” con la idea de abordarlo solo y sin testigos. Y ocurrió un caso hasta ahora inédito en mi dilatada carrera. Se encontró con un amigo suyo y al saludarlo le dijo ¿qué pasa PICHA?. Y el otro le contestó: muy bien PICHA., ¿y tú?


Si, efectivamente, había dos individuos con el mismo alias. Y a decir verdad, este segundo tipo tenía mejor planta de amante que el escuchimizado de antes. Pero en esto de la investigación nunca se puede descartar a ningún sospechoso. Lo malo de todo esto es que ahora tendría
que doblar mis esfuerzos y hacer seguimientos alternativos, para comprobar cuál de ellos era el verdadero amante.


Opto en principio por seguir a este último ya que lo veo con mejor planta., pero sin descartar, como buen profesional que soy, al tipo escuchimizado. El individuo toma un autobús y entabla conversación con un conocido suyo al que llama “quillo”. ¿Dios!, esto se complica a cada paso.


Ahora tengo a dos “pichas” y aun “quillo”. Mi instinto de dectective me dice que estoy siguiendo una pista falsa. Empezaré de nuevo, así que vuelvo al bar del “muelle” y le pregunto al camarero que si conoce a tal Manuel Ramírez que trabaja en el puerto. Me dice que con esos datos no
le suena y que además El Puerto le queda algo lejos. Caigo entonces en la cuenta y rectifico diciéndole que donde trabaja es en el “muelle”. No cae.


Le digo entonces que le conocen con el apodo de “picha” y también con el de “quillo”. El tipo del bar se carcajea en mi cara. Y me aclara que aquí todo el mundo es “picha” y “quillo”. La poli, sin duda, aquí lo tiene complicado.


Te estás luciendo Mikel, me digo para mí. Otra cagada. No obstante el camarero me dice que pregunte por “Paco el bigote” que en el muelle es el que contrata a los estibadores. Después de darle todos los datos de que disponía sobre el tal Manuel Ramírez, que según tenía entendido trabajaba en el muelle y que durante seis meses trabajó en el Puerto de Bilbao (lo de los apodos lo omití, porque con el cachondeo del camarero ya tuve bastante) aquél me contestó de mala gana, que ya no trabajaba allí. Que según tenía entendido ahora trabajaba en la Residencia. Yo le pregunté que ¿en cuál residencia?. El contestó, con menos ganas que antes, qué en cuál iba a ser, joé, pues en la Residencia. Era ya tarde, y como la verdad había conseguido bastante información, volví al hotel, a comer. Lo de la residencia lo dejaría para la tarde.


Pensé que era buena idea tomar un pescado para el almuerzo, que aquí lo habría de haber bueno con tanta costa. Así que le pregunté al camarero que si tenía pescado. El me contestó que tenía “zapatillas mu fresquitas”.


A mí sinceramente me importaba un pimiento lo que se calzaba el fulano. Yo lo que quería era comer, y además no sé a qué venía aquello de las zapatillas. El tipo me estaba vacilando o tendría a medias una zapatería con algún cuñado y me hacía la propaganda. Obvié el comentario e insistí
en lo del pescado, pero el camarero volvió con lo de las zapatillas fresquitas. Puse mala cara y el camarero debió notarlo, ya que inmediatamente me aclaró que así le llaman aquí a las doradas.


Gente rara esta de Cádiz!. No hay Dios que los entienda con lo que corren hablando, las palabras que las pronuncian a medias y para colmo le cambian el nombre a las cosas. Luego dicen que el euskera es difícil. No, euskera fácil, gaditano difícil.


Después de una buena siesta reparadora, volví a la faena. Tendría que averiguar a qué residencia en cuestión se refería “Paco el bigote”.


Deduje sin duda de que tenía que ser muy conocida, por la forma en que el susodicho me dijo:”cuál va a ser, joé, pues la residencia”. Perspicaz que es uno.


En la misma recepción del hotel me dieron la información que necesitaba. La Residencia estaba a cien metros del hotel. Un paseo siempre vendría bien, pero llevaba cierto tiempo andando y no encontré ninguna residencia.


Pregunté a un transeúnte y me contestó que la había pasado, que estaba a dos bocacalles. Así que volví sobre mis pasos, pero yo no encontré ninguna Residencia. Volvía a preguntar, ¿Por favor, la Residencia? Pues eso que tiene usted delante. Pero… ¡eso es UN HOSPITAL! Aquí le decimos La
Residencia, me contestó la señora y se quedó tan pancha y de camino me echó una mirada como diciendo, pareces tonto.


Bien, a partir de ahora no volveré a caer en estas artimañas. Porque para mí estaba claro que había algún tipo de complot, y entre todos los gaditanos intentaban marearme con nombres equivocados a cosas que solo pueden un nombre.


Investigué en el hospital y saqué un dato importantísimo. Allí trabajaba desde hacía dos meses un tal Manuel Ramírez que estuvo cierto tiempo en Bilbao, según todo ello me confirmó un celador de la Residencia. No pudo decirme su dirección concreta, aunque me dijo que vivía por la Plaza de Toros.


Iba, a pesar de la cantidad de datos “incorrectos”, cercando al sospechoso. Dar con la Plaza de Toros sería tarea simple. Eso pensé, pera hasta el día de hoy (y llevo quince días aquí) no he
conseguido dar con ella.


Y tiene que estar ahí, porque una Plaza de Toros es una Plaza de Toros, y a eso no le pueden cambiar el nombre. Y además a todo el que le pregunto me dice que “dos calles más pallá” o una
“mijita más palante”. Luego eso confirma mi teoría: hay una Plaza de Toros.


Todos me hablan de ella, pero yo no la encuentro. Me estoy, o me están volviendo loco.


Definitivamente dejo el caso.


Y como dicen los de aquí, me juannajo.


martes, 26 de agosto de 2008

Listados de Marcas Blancas

A través del blog de Rosa J.C. llegué hasta este Listado de Marcas blancas, que es el mismo o similar a algunos que circulan por correo desde hace tiempo.


Viene a resumir en una tabla qué marcas «conocidas» están detrás de los productos de marca blanca de los grandes supermercados y cadenas de distrbición, generalmente más baratos que los otros – y supuestamente de igual calidad.


Lo interesante del asunto es que es difícil saber qué información es correcta y cual incorrecta en ese tipo de listados. La gente suele «pasarlos» por Internet e incluso en fotocopias en las oficinas, porque son aparentemente útiles para todos.


Al parecer la información sobre quién-fabrica-qué no suele ser pública (en ocasiones, al menos antiguamente, se podía leer o adivinar el fabricante original por algunos datos de la etiqueta, como la dirección o los datos fiscales). Tampoco está claro quienes participan en recopilar los listados; finalmente en lo que a veces llega por correo en ocasiones ni siquiera se sabe cuándo se hizo la recopilación.


El trabajo hecho por El Replicante es en cualquier caso muy interesante, incluyendo una referencia al Buscador de Empresas Alimentarias Inscritas en la Agencia Alimentaria donde se pueden buscar empresas por Razón Social o número de registro (a mi no me ha servido de mucho para localizar una nocilla marca blanca, pero imagino que funciona).


En el listado del ejemplo se dice que «los lectores ayudan a recopilar los datos». Pero en este mundo webdosceriano donde todo el mundo está contactado y opina, entre los participantes parece haber trabajadores de las marcas que matizan o corrigen la información. También hay gente anónima que informa… o desinforma. Según dicen no interesa a las marcas ni a los supermercados que se conozcan las verdaderas marcas tras los envases.


Así que ante cosas como

El pan de molde de El Corte Inglés es de Panrico
El atún del LIDL es de Calvo


lo mejor parece ser un tanto cautos sobre cuán correcta es la información. Además, hay dos factores clave: el hecho de que una empresa productora fabrique y envase bajo diversas marcas algún tipo de producto no implica que la calidad de dicho producto sea la misma y, por otro lado, el distribuidor puede cambiar de proveedor con el tiempo y el producto sería aparentemente el mismo.


Cómo “repelen” los rayos los aviones

No es que sea un mal momento para hablar de este tema por la desgraciada noticia que ha ocurrido hace poco en España, pero, como sabéis volar sigue siendo el modo más seguro de viajar.

Nos chocan estas noticias porque mueren "de golpe" decenas de personas (en este caso más de 100), pero en España, cada Semana Santa, o Navidad mueren las mismas o más incluso, y un así esas noticias ya las tenemos tan asimiladas que casi no nos afectan.

El avión siempre ha tenido un protagonismo único en los accidentes, y es por dos razones: porque cuando pasa algo suele acabar con la vida de (casi) todas las personas a bordo, y porque hay muy pocos accidentes de avión.

Entrando en la materia de la pregunta, que salió en una conversación reciente con un amigo, uno de los fenómenos más impactantes en un avión es la caída de un rayo sobre él, en pleno vuelo. ¿Por qué no le ocurre nada? Es gracias al efecto de la jaula de Faraday.


El efecto jaula de Faraday provoca que el campo electromagnético en el interior de un conductor en equilibrio sea nulo, anulando el efecto de los campos externos. Esto se debe a que, cuando el conductor sujeto a un campo electromagnético externo, se polariza de manera que queda cargado positivamente en la dirección en que va el campo electromagnético, y cargado negativamente en el sentido contrario. Puesto que el conductor se ha polarizado, este genera un campo eléctrico igual en magnitud pero opuesto en sentido al campo electromagnético, luego la suma de ambos campos dentro del conductor será igual a 0.


Lo que viene a decir que los aviones, al ser una carcasa metálica "hueca", cuando se le aplica una cantidad de electricidad (como puede ser el impacto de un rayo), ésta se mantiene únicamente en la superficie de la carcasa, es decir, la parte externa del avión. Todo el interior, el combustible, y en fin, todo el contenido se mantiene intacto, sin alterarse ni siquiera en temperatura.

En Youtube podemos ver algunos ejemplos, como este:






martes, 19 de agosto de 2008

Calentamiento Global y Efecto Invernadero

Calentamiento Global y Efecto Invernadero van cogidos de la mano pero no son lo mismo. El Calentamiento Global viene generado principalmente por el efecto invernadero que a su vez es producto de la contaminación del hombre. Mira este instructivo vídeo sobre el calentamiento global y el efecto invernadero y después veremos donde encontrar más información.

- Calentamiento Global y Efecto Invernadero -




No todo el mundo cree en el calentamiento global, hay personas que aseguran que no se está produciendo dicho calentamiento y que todo es una farsa. Veamos un vídeo sobre los agnósticos del calentamiento global en el que dan su versión sobre este tema.

- La farsa del calentamiento global -




¿Tu qué crees? ¿Existe realmente un calentamiento global?, si existe ¿es el efecto invernadero el causante del calentamiento del planeta?.

Mas información en la enciclopedia Encarta: Calentamiento Global - Efecto Invernadero




jueves, 17 de julio de 2008

miércoles, 16 de julio de 2008

Desmantelando un edificio piso a piso

Todos hemos visto la demolición de algún edificio. Es impresionante como distribuyen las cargas de forma que el edificio "caiga" por su propio peso de la manera más vertical posible. Pero… ¿qué ocurre cuando existen otros edificios muy cercanos?

Normalmente se usa la forma de desmantelación vertical, es decir, se van quitando poco a poco los materiales desde arriba, de la misma forma que se hizo con el chamuscado rascacielos Windsor en Madrid hace unos años.

Otra forma innovadora es la que ha inventado la empresa de construcción japonesa Kajima Corporation, que probó desmantelando dos viejos edificios en Tokio, una ciudad al milímetro y en donde no se podía usar una demolición por explosivos.

El método Kajima empieza desde abajo en lugar de arriba. Se limpia una planta de paredes y otros materiales, y luego cortan los pilares y las reemplazan por enormes gatos hidráulicos que hacen descender al edificio lentamente planta a planta. El proceso se repite hasta que se consigue hacer "bajar" al edificio por completo.

Los de Kajima llaman a este método daruma-otoshi, que es un viejo juego japonés que consiste en una muñeca daruma realizada por piezas, en donde los jugadores juegan a golpear la pieza de abajo sin que se caiga toda la estructura.

Este edificio que vemos en el video tenía 20 pisos con una altura de 75 metros.

Este método es mucho más seguro y crea menos ruido y polución que otros tipo de demolición. Además es mucho más fácil de reciclar los materiales que en cada piso tienen que desmantelar.



lunes, 7 de julio de 2008

La isla que no se decide a nacer.

Kavachi es el nombre de uno de los volcanes submarinos visibles más activos en el suroeste del Pacífico. El volcán Kavachi, posee un cráter situado exactamente a nivel de la superficie del mar, y desde 1939 en constantes erupciones, asoma a superficie hasta formar una pequeña isla, para luego volver a desaparecer.


El volcán Kavachi está situado en una posición aislada en las Islas Salomón, alejado de las principales rutas de navegación. Las islas intermitentes del volcán Kavachi, asomaron a superficie unas nueve veces desde la primera aparición en 1939, para en poco tiempo desaparecer nuevamente bajo el mar. Algunas de las islas, llegaron a alcanzar hasta un kilómetro de largo. La última aparición sucedió durante una erupción en el año 2003, cuando la isla alcanzó unos 15 metros de altura.


En años recientes, el volcán Kavachi se encontraba debajo del nivel del mar, aunque constantemente produce erupciones capaces de expulsar lava hasta 70 metros de altura sobre el mar, brindando un espectáculo imponente. De hecho no es nada difícil descubrir la posición exacta del volcán, donde suelen elevarse columnas de vapor y ceniza de hasta 1000 metros de altura.

Según los cálculos realizadas por el buque de investigación Csiro Franklin en el año 2000, la base sumergida del volcán tiene un diámetro de unos 8 kilómetros y está a una profundidad de 1100 metros.

Recomiendo visitar la galería de imágenes del volcán Kavachi capturadas por Corey Howell, en excursiones embarcado, y acercándose hasta 200 metros de la fuente del volcán:

viernes, 13 de junio de 2008

DIE MAUER (El Muro)

En la madrugada del 12 al 13 de junio de 1961, más o menos sobre las dos de la mañana, los pasajeros de un tren con dirección a Berlín fueron desalojados en la estacíón de Wannsee por tropas de la RDA. El tren fue devuelto a su lugar de origen, y a los pasajeros se les devolvió el importe del billete. En otras estaciones alrededor del sector occidental de Berlín ocurría lo mismo simultáneamente. Una hora antes, la radio oficial del partido comunista germano oriental había suspendido su prorgamación habitual para emitir un comunicado oficial:

Los gobiernos de los estados miembros del Pacto de Varsovia se dirigen a la Cámara Popular y al gobierno de la RDA con la propuesta de establecer un orden tal que obstruya el camino a las intrigas en contra de los países socialistas y que garantice una vigilancia segura en toda la zona de Berlín Este.

La palabrería burocrática del régimen no dejaba entrever lo que sucedería en las siguientes horas. En todas y cada una de las calles que cruzaban del sector soviético de Berlín al resto de la ciudad sucedió lo mismo. Tropas de la RDA levantaron los adoquines de las calles e instalaron alambradas de un extremo al otro de la calzada, unos metros por detrás de los famosos carteles que anunciaban la partida de los sectores aliados. En las fuerzas de seguridad y las tropas aliadas estacionadas en Berlín Oeste cundió el nerviosismo. En plena Guerra Fría, el mero intento por parte de la URSS de avanzar sobre la parte occidental de la ciudad habría supuesto la guerra. Pero las tropas soviéticas y germano orientales permanecieron en su lado de la raya. Había comenzado la construcción del Muro de Berlín. La madre de todas las fronteras.



Sobre estas líneas, la zona de Friederichstrasse, en 1960 (click para ampliar), un año antes de la construcción del muro, en la frontera entre los sectores americano y soviético de la ciudad. El ciclista está justo sobre la línea, cruzando a Berlín Este. En esta calle se abriría, un año más tarde, el famosísimo Checkpoint Charlie. (Foto de allhails)


Berlín, 13 de agosto de 1961 (click para ampliar). La frontera entre la RFA y la RDA la marcan las vías del tranvía a la derecha de la Puerta de Brandemburgo. En la foto, tropas germano orientales custodian la frontera como paso previo a la instalación de alambradas que impidan el paso.

El origen de la división de Berlín, y también de Alemania, es bien conocido. Tras el final de la II Guerra Mundial las potencias vencedoras, a la sazón Estados Unidos, la URSS, Gran Bretaña y Francia (sin que nadie sepa muy bien cómo podía Francia aparecer entre los vencedores) se repartieron la ocupación y el control de la derrotada Alemania. Un trozo de país para cada uno. Con la ciudad de Berlín se siguió el mismo procedimiento. La división no fue en cuatro partes iguales, sino que las tropas soviéticas asumieron el control de, más o menos, la mitad de la ciudad. En 1949 la Alemania ocupada por franceses, americanos y británicos proclamó su independencia como República Federal de Alemania. Cinco semanas más tarde la Alemania ocupada por las tropas soviéticas hizo lo propio, con el nombre de República Democrática de Alemania. Berlín se encontraba íntegramente en el sector soviético de Alemania, por lo que al nacer la RDA quedó completamente rodeado de territorio de la república socialista. El padre de todos los enclaves.



Sobre estas líneas, mapa de la RDA, con Berlín Occidental en blanco. Debajo, mapa de la división de Berlín tras los acuerdos de Potsdam de 1945


La construcción del muro, llamado “de protección antifascista”, nada menos, por la dictadura oriental, se hizo necesaria para evitar la sangría de población que padecía la RDA. Entre enero y agosto del 61 más de 150.000 personas habían huido de Alemania del Este a través de Berlín. Desde la fundación de la RDA se calculaba en más de un millón el número de huídos. El encargado de la construcción del muro fue Erich Honecker, que posteriormente sería presidente del país.

Las tropas fronterizas de Alemania Oriental recibieron la orden de disparar a todo aquel que intentara escapar a Berlín Oeste. A pesar de ello, cientos de personas huyeron durante las primeras semanas. Uno de los más famosos fue el Vopo (de Volkspolizei, Policía del Pueblo, la policía nacional de Alemania Oriental) Conrad Schumann, un jóven de 19 años que saltó la alambrada (aún no había muro propiamente dicho en esa parte de la ciudad) tres días después del cierre de fronteras. Su salto fue captado por el fotógrafo Peter Leibing, que acababa de cumplir los veinte años. La fotografía daría la vuelta al mundo y se convertiría en uno de los iconos de la Guerra Fría.


Conrad Schumann saltando la alambrada de espino.

El muro comenzó a levantarse el 15 de agosto, dos días después del bloqueo de las fronteras. Al principio se construyó a base de ladrillos, coronado con alambre de espino. A partir de noviembre de 1961 aparecieron las placas de hormigón. En algunos tramos de la frontera los edificios de viviendas eran colindantes con aquella. Sacar la mano por la ventana significaba tenerla en otro país. En la Bernauerstrasse, calle en la que Schumann realizó su famoso salto, un edificio sirvió de camino de huida para decenas de personas que, ante la mirada atónita de los berlineses occidentales, huían de la dictadura comunista saltando por las ventanas y cayendo en las lonas que los bomberos de Berlín Oeste tendían para amortiguar la caída. En septiembre las autoridades de la RDA ordenaron a los 2.000 habitantes de la calle que abandonaran sus viviendas, tras lo cual tapiaron puertas y ventanas.



Una pareja de novios saluda a los padres de ella desde Berlín Oeste.

La construcción del Muro fue traumática a más no poder. Más de 50.000 orientales trabajaban en el Berlín libre, y otros 15.000 hacían la ruta inversa. Familiares y amigos quedaron separados como si vivieran en otro planeta. Las líneas telefónicas no comunicaban las dos zonas de Berlín, y la única manera de hablar con los seres queridos era a gritos por encima del muro. Pronto se acabaría también esa posibilidad. El muro poco a poco fue creciendo en altura, pero también en anchura. El muro dejó de ser únicamente uno, y apareció la franja de seguridad, una zona prohibida de anchura variable, con un muro interior, la verdadera frontera para los habitantes de la RDA, y un camino entre los dos muros para que los soldados fronterizos pudieran llegar rápidamente a cualquier lugar donde se estuviera traicionando a la clase trabajadora, que es como la neolengua comunista llamaba a los intentos de cruzar la frontera. Para lograr un hermetismo aún mayor se derribaron edificios enteros, sustituidos por la zona de seguridad interna.


Una imagen aérea del muro en el año 1975 (click para ampliar).

Vivir junto al Muro se convirtió en un infierno. La paranoia del régimen se incrementó año a año. Los que residían cerca de la frontera tenían que soportar registros de madrugada en busca de posibles. Los potentes focos que iluminaban toda la zona desde mediados de los 60 no se apagaban en toda la noche. La visión del muro recordaba a los germano orientales que el otro lado, el mundo libre, estaba cerrado para ellos. A partir de las navidades de 1963 se permitieron visitas desde Berlín Oeste, y las familias que llevaban dos años sin reunirse por fin pudieron verse de nuevo. Pero en sentido inverso el trayecto seguía estando prohibido.



El muro en Potsdamer Platz. Frente a él, un cartel advirtiendo de que a nueve metros se encuentra la frontera de la RDA. Era relativamente común que el muro dejara fuera varios metros de territorio oriental, debido a la dificultad de construirlo en zonas pobladas.

El muro no sólo se instaló sobre el asfalto de la ciudad. También bajo él. Varias líneas de metro cruzaban de una a otra parte de la ciudad antes de 1961. Ninguna lo haría a partir del 13 de agosto de ese año. Algunas líneas siguieron cruzando la frontera, pero sin parar en las estaciones de Berlín Este. Todas esas paradas acabaron convertidas en estaciones fantasma, con los accesos a los andenes tapiados. Los trenes cruzaban bajo la frontera, daban una pequeña vuelta al otro lado del Telón de Acero y regresaban al mundo libre. A través de mirillas en los muros que cegaban los andenes, los soldados de la RDA observaban el paso de trenes que nunca paraban allí.



Estación fantasma de Potsdamerplatz (click para ampliar), una de las quince estaciones bajo el suelo de Berlín Este que los trenes del oeste recorrían sin detenerse.

Sólo existía una estación compartida entre los U-Bahn y S-Bahn del este y del oeste; Friederichstrasse. Situada muy cerca del muro en su lado oriental, servía de intercambiador para las líneas occidentales, y de estación término para las orientales. Una verja separó inicialmente los andenes de las líneas de Berlín Oeste y las de la RDA. Después fue sustituída por un muro, y finalmente por una muralla de acero del suelo al techo. La laberíntica estación estaba plagada de controles de pasaportes, policías fronterizos y miembros de la Stasi. Para sacarse unos cuantos marcos occidentales, mucho más valiosos que la moneda oriental, las autoridades de la RDA instalaron un duty free en los andenes del oeste. Cigarrillos y alcohol eran las compras más comunes de los berlineses occidentales. Los fines de semana se montaban colas kilométricas en el subsuelo de la estación para adquirir vicios diversos.



La puerta de Brandemburgo, con el muro tras ella, en una vieja postal de los años 70 (click para ampliar). Uno de los símbolos de la ciudad estaba vetado para los occidentales.

La situación legal de Berlín Oeste dentro de la Alemania Federal era bastante compleja. Oficialmente no pertenecía a la RFA, si bien de facto operaba como un estado más. Sin embargo los berlineses no tenían derecho a elegir parlamentarios, ni a ser elegidos para el Bundestag. A cambio los ciudadanos de Berlín Oeste estaban exentos de hacer el servicio militar, lo que provocó automáticamente un gran incremento de la población juvenil y la aparición de una contracultura propia de la ciudad, que aún existe. Los aeropuertos de Tegel y Tempelhof estaban vetados para la Lufthansa y para cualquier línea aérea que no fuera americana, inglesa o francesa. Air Berlín fue fundada en 1975 con base en los Estados Unidos para poder operar en los aeropuertos berlineses. Los miembros del Pacto de Varsovia no reconocían a Berlín Oeste como parte de la RFA, sino que la trataban como un tercer sujeto de soberanía, es decir, como un país independiente. De manera oficial, la ciudad siguió bajo la ocupación de las tropas anglobritánicas hasta 1990.



A lo largo del muro se instalaron plataformas elevadas para que los occidentales pudieran echarle un vistazo a Berlín Este. La fotografía es de 1977 y se la debemos a Randy52 (click para ampliarla).

Una de las características más conocidas universalemente del muro fueron sus grafittis. Durante los más de 28 años que estuvo en pie berlineses de todas las edades realizaron miles de pintadas y murales en el hormigón fronterizo. Algunos artistas occidentales colgaban sus cuadros del muro, o, directamente, se organizaban exposiciones junto a él. Las autoridades de la RDA, periódicamente, ordenaban a algunos soldados que salieran al otro lado para limpiar el muro. La pared se encontraba entre uno y dos metros dentro de territorio oriental en la mayor parte de su recorrido, por lo que los soldados, legalmente, podían salir a limpiar. El miedo a la deserción y a las iras de los occidentales hicieron que las limpiezas no fueran muy habituales. Sí que lo eran las batidas en la zona interna. Era costumbre arrojar sobre el muro todo tipo de basuras; latas, colillas, botellas y cualquier cosa que pudiera lanzarse. De vez en cuando, patrullas de soldados recorrían la franja de seguridad recogiendo la basura que les lanzaban desde el otro lado.



Uno de los más famosos grafittis del muro; un Trabi (Trabant, el típico coche de Alemania Oriental, como el de la España de los 60 fue el 600) atraviesa la pared. Sobre él, una de las representaciones de Honecker y Brezhnev besándose al estilo ruso. La foto es de Barry 432 (click para ampliar).
La construcción del Muro de Berlín no hizo sino certificar la incapacidad del régimen de la RDA de mantener voluntariamente a sus ciudadanos dentro del sistema. Aunque el muro era conocido oficialmente como “Barrera de protección antifascista”, lo cierto es que todas las medidas de seguridad estaban destinadas a impedir la salida de los propios ciudadanos de Alemania Oriental. Así, los habitantes del otro lado del telón de acero vivían en estados-prisión. Y como sucede en todas las cárceles, los presos intentaban fugarse.

Un esquema de la zona del Muro realizado por las autoridades de la RDA (click para ampliar). De derecha (Berlín Este) a izquierda, se pueden observar la doble verja que limitaba el acceso a los habitantes del Este, una torre de vigilancia, de las que había unas 190 a lo largo de los 162 kilómetros de muro, una hilera de farolas que iluminaba la zona de tránsito de la policía fronteriza oriental, y el muro propiamente dicho. La zona situada entre las verjas y el muro era conocida como la franja de la muerte, pues casi todos los que murieron intentado escapar lo hicieron en esa zona.

Además de Conrad Schumann, otros muchos escaparon o lo intentaron durante las primeras semanas. Ya se comentó el otro día el surrealista caso de la Bernauerstrasse, en la que la gente escapaba a través de las ventanas. Según se iban endureciendo las medidas de seguridad y el muro se hacía más alto, los que querían huir agudizaban el ingenio. Aunque no hacía falta únicamente ingenio para huir. Una manera relativamente habitual de escapar era mediante un túnel bajo el muro; a mediados de los sesenta apuntarse a un intento de huída costaba unos dos mil marcos por persona (170.000 pesetas, o unos mil euros, de la época). En los setenta, la cantidad a abonar se había multiplicado por diez.



La calle Am Sandkrug, una pequeña península del pueblo de Glenickle rodeada de territorio de Berlín Oeste, en 1985 (click para ampliar). Se puede ver su situación en Google Maps. © Brian Rose

Otros intentos de fuga exitosos se realizaron mediante la más bruta de las fuerzas. En 1966, dos hermanos del este se lanzaron contra el muro con una apisonadora. Pese a los balazos de los Vopos, llegaron al Berlín libre con heridas leves, dejando los escombros de la frontera tras de sí. Otros prefirieron ser más sutiles. En el año 62, Bodo Kunkel, de 17 años, cruzó a Berlín Oeste, junto con otras once personas, en un barco de vapor de recreo. Unos minutos antes una barca de la policía fronteriza les había pedido los permisos para navegar en aguas fronterizas. Estaban en regla. Lo que no sabían los guardias es que el capitán y el resto de la tripulación estaban en las bodegas fuera de combate, y que Bodo y el resto de los fugados se habían puesto disfraces de marinero. Pese a que, al darse cuenta del engaño, los guardias orientales acribillaron el barco, nadie resultó herido. También hubo quien escapó por el aire. En 1987 Thomas Krüger robó una avioneta del campo de entrenamiento de una organización juvenil alemana, y aterrizó en el aeródromo de Gatow, en el sector británico, con ella. La avioneta fue devuelta por tierra a las autoridades de la RDA cubierta de pintadas y chistes (”Vuelve pronto”, “Ojalá estuvieras aquí”) hechos por los pilotos de la RAF.



La avioneta con la que Thomas Krüger cruzó sobre el muro aún sigue en funcionamiento con la matrícula D-EWOH.

En los 28 años en los que el muro estuvo en pie, se registraron más de 5.000 intentos de fuga con éxito, además de unas 2.800 deserciones de guardas fronterizos. Pero los intentos que acababan con el protagonista en la cárcel fueron mucho más numerosos; unas 75.000 personas acabaron en la cárcel por “traicionar a la clase obrera”. Y no fueron pocos los que dieron con sus huesos en el cementerio por intentar huir de la dictadura oriental. El primero de ellos, apenas diez días después del inicio de la construcción del muro. Günter Litfin, un sastre de 24 años, recibió dos balazos mientras trataba de cruzar a nado la frontera a través del río Spree. Antes de que terminara 1961 ya habían sido asesinadas 15 personas. Mientras el muro estuvo en pie, entre 133 y 200 personas murieron abatidos por los policías fronterizos de la RDA. Uno de los casos más dramáticos fue el de Peter Fetcher. Tenía 18 años cuando intentó saltar el muro cerca del Checkpoint Charlie, junto con un amigo. Éste consiguió escapar, pero Fetcher recibió un disparo en la pelvis cuando estaba justo sobre el muro, y cayó al pie de éste. A la vista de centenares de vecinos de Berlín Oeste, y de varios periodistas occidentales, Peter Fetcher (en la foto de arriba a la derecha, moribundo) gritó pidiendo ayuda durante más de una hora hasta morir desangrado, sin recibir ayuda médica de ningún tipo.

También hubo, sorprendentemente, quien cruzó ilegalmente la frontera en el sentido inverso al habitual, del Oeste al Este. El más divertido de estos cruces fue el que protagonizaron doscientos punkis occidentales en 1988 desde un área conocida como el triángulo de Lenne. Esta zona, situada en Potsdamerplatz, pertenecía a Berlín Este, pero cuando se levantó el muro en 1961 quedó fuera de los límites marcados por éste. Aprovechando la situación, los miembros de la contracultura berlinesa (anarquistas, okupas etc…) montaron allí un poblado en el que la policía del Oeste no podía entrar, dado que era territorio de otro país. Desde allí se lanzaban consignas radicales al resto del mundo, y allí era donde los perseguidos por la policía huían tras cualquier disturbio en la ciudad. FInalmente, en 1989, Berlín Oeste y la RDA acordaron un intercambio de territorios por el que el triángulo de Lenne pasó a la soberanía de Berlín Oeste. En la medianoche del 1 de julio, 900 policías irrumpieron en el poblado antisistema lanzando gases lacrimógenos, y los habitantes de la zona, que tenía unas cuatro hectáreas de superficie, huyeron a la RDA saltando el muro. Allí fueron detenidos por la policía oriental, que les dio de desayunar y los devolvió al oeste.


Memorial de las víctimas del muro, detrás del Reichstag, en 1998. Una cruz por cada uno de los más de cien berlineses que fallecieron camino de la libertad. © Mark S. Lovmo

La situación tragicómica del triángulo de Lenne no era nada comparada con la de otras zonas de Berlín Oeste. Cuando los aliados se repartieron la ocupación de la ciudad, cayeron bajo control occidental un cierto número de lugares que, sin conexión con el resto de Berlín Oeste, se encontraban rodeados por todas partes por territorio de la RDA. Exclaves de un exclave. Sólo uno de ellos estaba habitado, el de Steinstücken, de unas 24 hectáreas de superfiecie, y con doscientos habitantes. Antes de 1952, la situación del enclave era irrelevante para el día a día, pero en esa fecha la URSS prohibió el paso de los berlineses occidentales a cualquier otro lugar distinto de Berlín Este. Dado que Steintucken se encontraba a un kilómetro de Berlín Oeste, pero rodeado del estado de Brandeburgo, en teoría sus habitantes no podían salir del enclave. Se instalaron dos puestos fronterizos para permitirles el paso, pero el suplicio de cruzar dos fronteras para cada visita al resto de Berlín (por ejemplo, para ir al mercado, la escuela o el médico), convirtió la vida de los habitantes del enclave en un suplicio. A partir de 1961 la cosa fue a peor. Estados Unidos instaló un puente aéreo en helicóptero para abastecer el enclave, que se vio rodeado por un muro idéntico al del de la ciudad de Berlín. Tres soldados se turnaban en la protección del pequeño territorio, una isla occidental en mitad del mar comunista de la RDA. En 1972 un intercambio de territorios permitió la cesión de un camino de 1.200 metros de largo por cuatro de ancho hasta Berlín Oeste, que también quedó flanqueado por un muro a ambos costados. Lo curioso del camino es que cruzaba sobre unas vías férreas de la RDA. En el acuerdo de intercambio, el puente sobre el tren quedó bajo soberanía de Berlín Oeste, pero las vías bajo él permanecieron en manos de la RDA. Uno de los pocos casos conocidos de soberanías superpuestas.


Mapa de la esquina suroeste de Berlín (click para ampliar). En la parte inferior izquierda, el enclave de Steinstücken. Al este del enclave se encontraba otro, Wüste Mark, consistente en unas tierras de labranza propiedad de un habitante de Steinstüken. Su propietario obtuvo un permiso especial de la RDA para cruzar con su tractor por las carreteras que llegaban hasta las tierras de su propiedad. El mapa con ambos enclaves se puede ver pinchando aquí.


Para saber más:

En la Wiki en castellano merecen la pena las páginas del Muro de Berlín y la RDA.

En la wiki inglesa, además de Berlin Wall y East Germany, están muy bien las entradas del Checkpoint Charlie, Berlín Este y Berlín Oeste. Igualmente merecen la pena las páginas de las fronteras interanas alemanas, los cruces fronterizos de Berlín y del Telón de Acero.

En El Mundo, un especial del año 2001 sobre el cuadragésimo aniversario de la construcción del muro.

La galería fotográfica de Brian Rose sobre el muro y el Telón de Acero es muy recomendable.

Sobre los exclaves de Berlín hay abundante información. En Strange Maps le dedicaron cuatro entradas, de las cuales la de Steintücken es la última. A través de ella se puede acceder al resto. También se trata el tema en berlin-enclaves.org. Sobre el incidente de los punkis en el triángulo de Lenne, hay un artículo del New York Times de 1988 que narra la historia: Comercio de Hierba y una pelea: Un día más en Berlín.

Etiquetas: ,

Del blog de Fronteras

jueves, 22 de mayo de 2008

El Boeing 747 que sobrevivió al volcán.

[En momentos en que están suspendidos la mayoría de los vuelos sobre suelo patagónico por la erupción del volcán Chaitén, es bueno repasar el modo en que afecta la ceniza volcánica a un avión.]

"Señoras y señores, les habla el capitán. Tenemos un pequeño problema. Los cuatro motores se han detenido. Estamos haciendo todo lo condenadamente posible para arrancarlos de nuevo. Espero que esto no les inquiete demasiado...."

La frase fue el modo en que el capitán de vuelo Eric Moody se dirigió a los pasajeros. Afuera una misteriosa luz blanca recubría la superficie del avión mientras los motores lanzaban voluminosas llamaradas. Cualquiera esperaría lo peor en una situación semejante. Sin embargo, el vuelo pasaría a la historia como el incidente de Yakarta: el Boeing 747 que sobrevivió a un volcán.


El incidente de Yakarta

¿Podría sobrevivir un Boeing 747 al atravesar una nube de cenizas volcánicas?. La respuesta la obtuvo involuntariamente el vuelo 009 de British Airways al atravesar una nube de cenizas volcánicas provenientes del Monte Galunggung. El 24 de junio de 1982, había despegado del aeropuerto de Heathrow con 263 pasajeros a bordo, y destino a Nueva Zelanda.

El viaje resultó normal hasta atravesar la ciudad de Yakarta, cuando una fina capa de humo comenzó a notarse en la cabina, y una nube comenzó a envolver el avión mientras el radar mostraba un cielo despejado. Una brusca turbulencia sacudió al avión por completo y el aire del interior comenzó a enrarecerse a través de un humo espeso que ingresaba por la ventilación. Inmediatamente, la explosión de los motores fue acompañada por un aumento de la temperatura que bañaba en sudor a los pasajeros y un olor a sulfuro que remitía al mismo infierno pero ésta vez en el cielo. Mientras el personal a bordo intentaba conservar la calma (algo difícil teniendo en cuenta que los pasajeros podían ver los problemas y el fuego con sus propios ojos), un completo silencio anunció lo peor que podía pasar: el avión se había quedado sin motores.

El gigantesco planeador.

El Boeing 747 se había convertido entonces en un gigantesco y silencioso planeador. Los pilotos lo entendieron de inmediato, y comenzaron a luchar para maniobrar el avión en lo que era una larga y lenta caída de casi 15 minutos de duración, sin todavía entender la causa del desperfecto: teniendo en cuenta que un Boeing 747 en caída puede viajar adelante diez millas por cada 1000 ft pies (aproximadamente 16 kilómetros cada 300 metros de altura), el BA 009 contaba con algo menos de 30 minutos antes de estrellarse en el mar.

La ecuación se redujo aún más cuando las mascarillas de oxígeno se activaron luego de un alerta por la disminución de presión, el mal funcionamiento hizo que el capitán decidiera descender abruptamente hasta una altura donde
había suficiente oxígeno en la atmósfera exterior. La decisión fue crucial para salvar las vidas a bordo, ya que al descender el avión comenzó a desprenderse de la nube de cenizas volcánicas, y en pocos segundos, los motores volvieron a funcionar automáticamente.

Al volver a ascender, y sin saberlo, estaban nuevamente entrando en la nube de cenizas. Al momento de aterrizar en una pista de Yakarta, contaban nuevamente con un motor averiado, además de numerosas dificultades de visibilidad por estar dañado el parabrisas. Sin embargo el aterrizaje resultó perfecto. Había terminado el que sería hasta el momento el vuelo-planeador no deseado más largo de la historia.

El efecto del volcán: el cenicero volador.

Al salir del avión, los pilotos se
encontraron con que todos los bordes principales en alas, motores y el frente del avión estaban despojados de la pintura como si el avión habría sido carcomido. La parte más afectada, trágicamente había resultado ser el motor y las turbinas. El motivo por el cual se explica que no se detectaron las cenizas volcánicas es que el radar capta las nubes según determinados valores de humedad inexistentes en una nube de cenizas volcánicas.

El avión pudo volver a servicio luego del reemplazo de algunos motores y trabajos de restauración, y fue recordado en el ambiente como el "cenicero volador". Increíblemente, el espacio aéreo en la zona del volcán no estaba debidamente controlado, y apenas unos días después del incidente fue reabierto, hasta que nuevos problemas obligaron a desviar definitivamente las rutas de aviones de la zona.

El récord del vuelo-planeador no deseado se mantendría hasta el año 2001, año en que un Airbus A330 (Air Transat Flight 236) lo superaría tras quedarse sin combustible en otra maniobra milagrosa de la aviación.

Del blog de VisionBeta