En la madrugada del 12 al 13 de junio de 1961, más o menos sobre las dos de la mañana, los pasajeros de un tren con dirección a Berlín fueron desalojados en la estacíón de Wannsee por tropas de la RDA. El tren fue devuelto a su lugar de origen, y a los pasajeros se les devolvió el importe del billete. En otras estaciones alrededor del sector occidental de Berlín ocurría lo mismo simultáneamente. Una hora antes, la radio oficial del partido comunista germano oriental había suspendido su prorgamación habitual para emitir un comunicado oficial:
Los gobiernos de los estados miembros del Pacto de Varsovia se dirigen a la Cámara Popular y al gobierno de la RDA con la propuesta de establecer un orden tal que obstruya el camino a las intrigas en contra de los países socialistas y que garantice una vigilancia segura en toda la zona de Berlín Este.
La palabrería burocrática del régimen no dejaba entrever lo que sucedería en las siguientes horas. En todas y cada una de las calles que cruzaban del sector soviético de Berlín al resto de la ciudad sucedió lo mismo. Tropas de la RDA levantaron los adoquines de las calles e instalaron alambradas de un extremo al otro de la calzada, unos metros por detrás de los famosos carteles que anunciaban la partida de los sectores aliados. En las fuerzas de seguridad y las tropas aliadas estacionadas en Berlín Oeste cundió el nerviosismo. En plena Guerra Fría, el mero intento por parte de la URSS de avanzar sobre la parte occidental de la ciudad habría supuesto la guerra. Pero las tropas soviéticas y germano orientales permanecieron en su lado de la raya. Había comenzado la construcción del Muro de Berlín. La madre de todas las fronteras.
Sobre estas líneas, la zona de Friederichstrasse, en 1960 (click para ampliar), un año antes de la construcción del muro, en la frontera entre los sectores americano y soviético de la ciudad. El ciclista está justo sobre la línea, cruzando a Berlín Este. En esta calle se abriría, un año más tarde, el famosísimo Checkpoint Charlie. (Foto de allhails)
Berlín, 13 de agosto de 1961 (click para ampliar). La frontera entre la RFA y la RDA la marcan las vías del tranvía a la derecha de la Puerta de Brandemburgo. En la foto, tropas germano orientales custodian la frontera como paso previo a la instalación de alambradas que impidan el paso.
El origen de la división de Berlín, y también de Alemania, es bien conocido. Tras el final de la II Guerra Mundial las potencias vencedoras, a la sazón Estados Unidos, la URSS, Gran Bretaña y Francia (sin que nadie sepa muy bien cómo podía Francia aparecer entre los vencedores) se repartieron la ocupación y el control de la derrotada Alemania. Un trozo de país para cada uno. Con la ciudad de Berlín se siguió el mismo procedimiento. La división no fue en cuatro partes iguales, sino que las tropas soviéticas asumieron el control de, más o menos, la mitad de la ciudad. En 1949 la Alemania ocupada por franceses, americanos y británicos proclamó su independencia como República Federal de Alemania. Cinco semanas más tarde la Alemania ocupada por las tropas soviéticas hizo lo propio, con el nombre de República Democrática de Alemania. Berlín se encontraba íntegramente en el sector soviético de Alemania, por lo que al nacer la RDA quedó completamente rodeado de territorio de la república socialista. El padre de todos los enclaves.
Sobre estas líneas, mapa de la RDA, con Berlín Occidental en blanco. Debajo, mapa de la división de Berlín tras los acuerdos de Potsdam de 1945
Las tropas fronterizas de Alemania Oriental recibieron la orden de disparar a todo aquel que intentara escapar a Berlín Oeste. A pesar de ello, cientos de personas huyeron durante las primeras semanas. Uno de los más famosos fue el Vopo (de Volkspolizei, Policía del Pueblo, la policía nacional de Alemania Oriental) Conrad Schumann, un jóven de 19 años que saltó la alambrada (aún no había muro propiamente dicho en esa parte de la ciudad) tres días después del cierre de fronteras. Su salto fue captado por el fotógrafo Peter Leibing, que acababa de cumplir los veinte años. La fotografía daría la vuelta al mundo y se convertiría en uno de los iconos de la Guerra Fría.
Conrad Schumann saltando la alambrada de espino.
El muro comenzó a levantarse el 15 de agosto, dos días después del bloqueo de las fronteras. Al principio se construyó a base de ladrillos, coronado con alambre de espino. A partir de noviembre de 1961 aparecieron las placas de hormigón. En algunos tramos de la frontera los edificios de viviendas eran colindantes con aquella. Sacar la mano por la ventana significaba tenerla en otro país. En la Bernauerstrasse, calle en la que Schumann realizó su famoso salto, un edificio sirvió de camino de huida para decenas de personas que, ante la mirada atónita de los berlineses occidentales, huían de la dictadura comunista saltando por las ventanas y cayendo en las lonas que los bomberos de Berlín Oeste tendían para amortiguar la caída. En septiembre las autoridades de la RDA ordenaron a los 2.000 habitantes de la calle que abandonaran sus viviendas, tras lo cual tapiaron puertas y ventanas.
Una pareja de novios saluda a los padres de ella desde Berlín Oeste.
La construcción del Muro fue traumática a más no poder. Más de 50.000 orientales trabajaban en el Berlín libre, y otros 15.000 hacían la ruta inversa. Familiares y amigos quedaron separados como si vivieran en otro planeta. Las líneas telefónicas no comunicaban las dos zonas de Berlín, y la única manera de hablar con los seres queridos era a gritos por encima del muro. Pronto se acabaría también esa posibilidad. El muro poco a poco fue creciendo en altura, pero también en anchura. El muro dejó de ser únicamente uno, y apareció la franja de seguridad, una zona prohibida de anchura variable, con un muro interior, la verdadera frontera para los habitantes de la RDA, y un camino entre los dos muros para que los soldados fronterizos pudieran llegar rápidamente a cualquier lugar donde se estuviera traicionando a la clase trabajadora, que es como la neolengua comunista llamaba a los intentos de cruzar la frontera. Para lograr un hermetismo aún mayor se derribaron edificios enteros, sustituidos por la zona de seguridad interna.
Vivir junto al Muro se convirtió en un infierno. La paranoia del régimen se incrementó año a año. Los que residían cerca de la frontera tenían que soportar registros de madrugada en busca de posibles. Los potentes focos que iluminaban toda la zona desde mediados de los 60 no se apagaban en toda la noche. La visión del muro recordaba a los germano orientales que el otro lado, el mundo libre, estaba cerrado para ellos. A partir de las navidades de 1963 se permitieron visitas desde Berlín Oeste, y las familias que llevaban dos años sin reunirse por fin pudieron verse de nuevo. Pero en sentido inverso el trayecto seguía estando prohibido.
El muro en Potsdamer Platz. Frente a él, un cartel advirtiendo de que a nueve metros se encuentra la frontera de la RDA. Era relativamente común que el muro dejara fuera varios metros de territorio oriental, debido a la dificultad de construirlo en zonas pobladas.
El muro no sólo se instaló sobre el asfalto de la ciudad. También bajo él. Varias líneas de metro cruzaban de una a otra parte de la ciudad antes de 1961. Ninguna lo haría a partir del 13 de agosto de ese año. Algunas líneas siguieron cruzando la frontera, pero sin parar en las estaciones de Berlín Este. Todas esas paradas acabaron convertidas en estaciones fantasma, con los accesos a los andenes tapiados. Los trenes cruzaban bajo la frontera, daban una pequeña vuelta al otro lado del Telón de Acero y regresaban al mundo libre. A través de mirillas en los muros que cegaban los andenes, los soldados de la RDA observaban el paso de trenes que nunca paraban allí.
Estación fantasma de Potsdamerplatz (click para ampliar), una de las quince estaciones bajo el suelo de Berlín Este que los trenes del oeste recorrían sin detenerse.
Sólo existía una estación compartida entre los U-Bahn y S-Bahn del este y del oeste; Friederichstrasse. Situada muy cerca del muro en su lado oriental, servía de intercambiador para las líneas occidentales, y de estación término para las orientales. Una verja separó inicialmente los andenes de las líneas de Berlín Oeste y las de la RDA. Después fue sustituída por un muro, y finalmente por una muralla de acero del suelo al techo. La laberíntica estación estaba plagada de controles de pasaportes, policías fronterizos y miembros de la Stasi. Para sacarse unos cuantos marcos occidentales, mucho más valiosos que la moneda oriental, las autoridades de la RDA instalaron un duty free en los andenes del oeste. Cigarrillos y alcohol eran las compras más comunes de los berlineses occidentales. Los fines de semana se montaban colas kilométricas en el subsuelo de la estación para adquirir vicios diversos.
La puerta de Brandemburgo, con el muro tras ella, en una vieja postal de los años 70 (click para ampliar). Uno de los símbolos de la ciudad estaba vetado para los occidentales.
La situación legal de Berlín Oeste dentro de la Alemania Federal era bastante compleja. Oficialmente no pertenecía a la RFA, si bien de facto operaba como un estado más. Sin embargo los berlineses no tenían derecho a elegir parlamentarios, ni a ser elegidos para el Bundestag. A cambio los ciudadanos de Berlín Oeste estaban exentos de hacer el servicio militar, lo que provocó automáticamente un gran incremento de la población juvenil y la aparición de una contracultura propia de la ciudad, que aún existe. Los aeropuertos de Tegel y Tempelhof estaban vetados para la Lufthansa y para cualquier línea aérea que no fuera americana, inglesa o francesa. Air Berlín fue fundada en 1975 con base en los Estados Unidos para poder operar en los aeropuertos berlineses. Los miembros del Pacto de Varsovia no reconocían a Berlín Oeste como parte de la RFA, sino que la trataban como un tercer sujeto de soberanía, es decir, como un país independiente. De manera oficial, la ciudad siguió bajo la ocupación de las tropas anglobritánicas hasta 1990.
A lo largo del muro se instalaron plataformas elevadas para que los occidentales pudieran echarle un vistazo a Berlín Este. La fotografía es de 1977 y se la debemos a Randy52 (click para ampliarla).
Una de las características más conocidas universalemente del muro fueron sus grafittis. Durante los más de 28 años que estuvo en pie berlineses de todas las edades realizaron miles de pintadas y murales en el hormigón fronterizo. Algunos artistas occidentales colgaban sus cuadros del muro, o, directamente, se organizaban exposiciones junto a él. Las autoridades de la RDA, periódicamente, ordenaban a algunos soldados que salieran al otro lado para limpiar el muro. La pared se encontraba entre uno y dos metros dentro de territorio oriental en la mayor parte de su recorrido, por lo que los soldados, legalmente, podían salir a limpiar. El miedo a la deserción y a las iras de los occidentales hicieron que las limpiezas no fueran muy habituales. Sí que lo eran las batidas en la zona interna. Era costumbre arrojar sobre el muro todo tipo de basuras; latas, colillas, botellas y cualquier cosa que pudiera lanzarse. De vez en cuando, patrullas de soldados recorrían la franja de seguridad recogiendo la basura que les lanzaban desde el otro lado.
Un esquema de la zona del Muro realizado por las autoridades de la RDA (click para ampliar). De derecha (Berlín Este) a izquierda, se pueden observar la doble verja que limitaba el acceso a los habitantes del Este, una torre de vigilancia, de las que había unas 190 a lo largo de los 162 kilómetros de muro, una hilera de farolas que iluminaba la zona de tránsito de la policía fronteriza oriental, y el muro propiamente dicho. La zona situada entre las verjas y el muro era conocida como la franja de la muerte, pues casi todos los que murieron intentado escapar lo hicieron en esa zona.
Además de Conrad Schumann, otros muchos escaparon o lo intentaron durante las primeras semanas. Ya se comentó el otro día el surrealista caso de la Bernauerstrasse, en la que la gente escapaba a través de las ventanas. Según se iban endureciendo las medidas de seguridad y el muro se hacía más alto, los que querían huir agudizaban el ingenio. Aunque no hacía falta únicamente ingenio para huir. Una manera relativamente habitual de escapar era mediante un túnel bajo el muro; a mediados de los sesenta apuntarse a un intento de huída costaba unos dos mil marcos por persona (170.000 pesetas, o unos mil euros, de la época). En los setenta, la cantidad a abonar se había multiplicado por diez.
La calle Am Sandkrug, una pequeña península del pueblo de Glenickle rodeada de territorio de Berlín Oeste, en 1985 (click para ampliar). Se puede ver su situación en Google Maps. © Brian Rose
Otros intentos de fuga exitosos se realizaron mediante la más bruta de las fuerzas. En 1966, dos hermanos del este se lanzaron contra el muro con una apisonadora. Pese a los balazos de los Vopos, llegaron al Berlín libre con heridas leves, dejando los escombros de la frontera tras de sí. Otros prefirieron ser más sutiles. En el año 62, Bodo Kunkel, de 17 años, cruzó a Berlín Oeste, junto con otras once personas, en un barco de vapor de recreo. Unos minutos antes una barca de la policía fronteriza les había pedido los permisos para navegar en aguas fronterizas. Estaban en regla. Lo que no sabían los guardias es que el capitán y el resto de la tripulación estaban en las bodegas fuera de combate, y que Bodo y el resto de los fugados se habían puesto disfraces de marinero. Pese a que, al darse cuenta del engaño, los guardias orientales acribillaron el barco, nadie resultó herido. También hubo quien escapó por el aire. En 1987 Thomas Krüger robó una avioneta del campo de entrenamiento de una organización juvenil alemana, y aterrizó en el aeródromo de Gatow, en el sector británico, con ella. La avioneta fue devuelta por tierra a las autoridades de la RDA cubierta de pintadas y chistes (”Vuelve pronto”, “Ojalá estuvieras aquí”) hechos por los pilotos de la RAF.
En los 28 años en los que el muro estuvo en pie, se registraron más de 5.000 intentos de fuga con éxito, además de unas 2.800 deserciones de guardas fronterizos. Pero los intentos que acababan con el protagonista en la cárcel fueron mucho más numerosos; unas 75.000 personas acabaron en la cárcel por “traicionar a la clase obrera”. Y no fueron pocos los que dieron con sus huesos en el cementerio por intentar huir de la dictadura oriental. El primero de ellos, apenas diez días después del inicio de la construcción del muro. Günter Litfin, un sastre de 24 años, recibió dos balazos mientras trataba de cruzar a nado la frontera a través del río Spree. Antes de que terminara 1961 ya habían sido asesinadas 15 personas. Mientras el muro estuvo en pie, entre 133 y 200 personas murieron abatidos por los policías fronterizos de la RDA. Uno de los casos más dramáticos fue el de Peter Fetcher. Tenía 18 años cuando intentó saltar el muro cerca del Checkpoint Charlie, junto con un amigo. Éste consiguió escapar, pero Fetcher recibió un disparo en la pelvis cuando estaba justo sobre el muro, y cayó al pie de éste. A la vista de centenares de vecinos de Berlín Oeste, y de varios periodistas occidentales, Peter Fetcher (en la foto de arriba a la derecha, moribundo) gritó pidiendo ayuda durante más de una hora hasta morir desangrado, sin recibir ayuda médica de ningún tipo.
También hubo, sorprendentemente, quien cruzó ilegalmente la frontera en el sentido inverso al habitual, del Oeste al Este. El más divertido de estos cruces fue el que protagonizaron doscientos punkis occidentales en 1988 desde un área conocida como el triángulo de Lenne. Esta zona, situada en Potsdamerplatz, pertenecía a Berlín Este, pero cuando se levantó el muro en 1961 quedó fuera de los límites marcados por éste. Aprovechando la situación, los miembros de la contracultura berlinesa (anarquistas, okupas etc…) montaron allí un poblado en el que la policía del Oeste no podía entrar, dado que era territorio de otro país. Desde allí se lanzaban consignas radicales al resto del mundo, y allí era donde los perseguidos por la policía huían tras cualquier disturbio en la ciudad. FInalmente, en 1989, Berlín Oeste y la RDA acordaron un intercambio de territorios por el que el triángulo de Lenne pasó a la soberanía de Berlín Oeste. En la medianoche del 1 de julio, 900 policías irrumpieron en el poblado antisistema lanzando gases lacrimógenos, y los habitantes de la zona, que tenía unas cuatro hectáreas de superficie, huyeron a la RDA saltando el muro. Allí fueron detenidos por la policía oriental, que les dio de desayunar y los devolvió al oeste.
Memorial de las víctimas del muro, detrás del Reichstag, en 1998. Una cruz por cada uno de los más de cien berlineses que fallecieron camino de la libertad. © Mark S. Lovmo
La situación tragicómica del triángulo de Lenne no era nada comparada con la de otras zonas de Berlín Oeste. Cuando los aliados se repartieron la ocupación de la ciudad, cayeron bajo control occidental un cierto número de lugares que, sin conexión con el resto de Berlín Oeste, se encontraban rodeados por todas partes por territorio de la RDA. Exclaves de un exclave. Sólo uno de ellos estaba habitado, el de Steinstücken, de unas 24 hectáreas de superfiecie, y con doscientos habitantes. Antes de 1952, la situación del enclave era irrelevante para el día a día, pero en esa fecha la URSS prohibió el paso de los berlineses occidentales a cualquier otro lugar distinto de Berlín Este. Dado que Steintucken se encontraba a un kilómetro de Berlín Oeste, pero rodeado del estado de Brandeburgo, en teoría sus habitantes no podían salir del enclave. Se instalaron dos puestos fronterizos para permitirles el paso, pero el suplicio de cruzar dos fronteras para cada visita al resto de Berlín (por ejemplo, para ir al mercado, la escuela o el médico), convirtió la vida de los habitantes del enclave en un suplicio. A partir de 1961 la cosa fue a peor. Estados Unidos instaló un puente aéreo en helicóptero para abastecer el enclave, que se vio rodeado por un muro idéntico al del de la ciudad de Berlín. Tres soldados se turnaban en la protección del pequeño territorio, una isla occidental en mitad del mar comunista de la RDA. En 1972 un intercambio de territorios permitió la cesión de un camino de 1.200 metros de largo por cuatro de ancho hasta Berlín Oeste, que también quedó flanqueado por un muro a ambos costados. Lo curioso del camino es que cruzaba sobre unas vías férreas de la RDA. En el acuerdo de intercambio, el puente sobre el tren quedó bajo soberanía de Berlín Oeste, pero las vías bajo él permanecieron en manos de la RDA. Uno de los pocos casos conocidos de soberanías superpuestas.
Mapa de la esquina suroeste de Berlín (click para ampliar). En la parte inferior izquierda, el enclave de Steinstücken. Al este del enclave se encontraba otro, Wüste Mark, consistente en unas tierras de labranza propiedad de un habitante de Steinstüken. Su propietario obtuvo un permiso especial de la RDA para cruzar con su tractor por las carreteras que llegaban hasta las tierras de su propiedad. El mapa con ambos enclaves se puede ver pinchando aquí.
Para saber más:
En la Wiki en castellano merecen la pena las páginas del Muro de Berlín y la RDA.
En la wiki inglesa, además de Berlin Wall y East Germany, están muy bien las entradas del Checkpoint Charlie, Berlín Este y Berlín Oeste. Igualmente merecen la pena las páginas de las fronteras interanas alemanas, los cruces fronterizos de Berlín y del Telón de Acero.
En El Mundo, un especial del año 2001 sobre el cuadragésimo aniversario de la construcción del muro.
La galería fotográfica de Brian Rose sobre el muro y el Telón de Acero es muy recomendable.
Sobre los exclaves de Berlín hay abundante información. En Strange Maps le dedicaron cuatro entradas, de las cuales la de Steintücken es la última. A través de ella se puede acceder al resto. También se trata el tema en berlin-enclaves.org. Sobre el incidente de los punkis en el triángulo de Lenne, hay un artículo del New York Times de 1988 que narra la historia: Comercio de Hierba y una pelea: Un día más en Berlín.
Etiquetas: Berlin, Muro de Berlin
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