lunes, 9 de febrero de 2009

Las mejores fugas de la historia


Las mejores fugas de la historia

La Wikipedia inglesa tiene una entrada interesante sobre fugas de prisiones. Partiendo de dicha página se pueden obtener algunas historias muy interesantes.

Texas Seven


Texas 7 fue un grupo de prisioneros que escaparon de la cárcel de máxima seguridad John Connally Unit, en el estado de Texas.
Los siete prisioneros ni eran inocentes ni estaban pendientes de condenas breves. George Rivas, uno de ellos, estaba a la espera de cumplir 18 cadenas perpetuas. De entre los otros fugados el que tenía una condena pendiente menor sólo tendría que cumplir 30 años. Así que los motivos para fugarse eran bastante sólidos. El sistema que emplearon, bajo las órdenes de George Rivas, aunque muy elaborado y excelentemente planificado, primaba la fuerza bruta.

El 19 de diciembre de 2000, sucesivamente fueron reduciendo a los guardias que se oponían en su camino hacia la puerta. Finalmente consiguieron hacerse con las armas de algunos de los funcionarios de la prisión y pudieron escapar con relativa calma en un camión de suministros que tenía que salir de la prisión.

Pudieron poner tierra de por medio y evitar que la policía les siguiera el rastro, pero siete delincuentes extremadamente violentos que viajan juntos no pasan desapercibidos. Poco a poco se fue cerrando el cerco en torno a ellos. Unas cinco semanas después de su fuga, el 23 de enero, todos los criminales habían sido detenidos, uno de ellos murió durante su captura.

Esta historia supone un precedente notable para la fuga que se muestra en la serie Prison Break y muchas de las imágenes que se muestran tanto de los fugados como del proceso de persecución tienen referentes en sucesos que realmente ocurrieron con el temible grupo de Texas Seven.

Los seis supervivientes esperan en el Pasillo de la Muerte su turno para ser ejecutados. Su fuga de la cárcel y la sucesión de delitos que cometieron en su huida ha sido agravante suficiente para llevarlos a todos al camino del que nunca se vuelve.

Pyotr Patrushev


La historia de Pyotr Patrushev quizás no sea tan grandilocuente. Pero su forma de llegar hasta terreno seguro es, sin lugar a dudas, única.

Patrushev estaba detenido en 1962 en la implacable URSS comunista. Patrushev consiguió escapar a nado, bordeando el Mar Negro, atravesando una distancia de varios cientos de kilómetros, hasta llegar a Turquía. Por supuesto, un sistema de fuga tan agotador sólo tiene sentido si sabemos que Patrushev había sido un nadador si no de elite si bastante bueno.
Necesitas ver un mapa para entender lo inverosímil del asunto.

Escape from Pretoria


La que pudiera parecer la fuga más asombrosa de la historia es la de tres presos políticos en la Sudáfrica del Aparheid: Tim Jenkin, Stephen Lee y Alex Moumbaris. Consiguieron evadirse de la cárcel tras ser capaces de atravesar diez puertas cerradas con llave. Para cada una de las puertas fueron capaces de crear su correspondiente ganzúa. Aunque no se debe quitar ningún mérito a su proeza, la lectura de su historia revela que las condiciones para la fuga eran idílicas. La cárcel apenas tenía un par de docenas de presos. Las condiciones de vida eran bastante buenas y los presos tenían un trato muy humano y mucha libertad respecto de los guardas. La seguridad no era tan elevada como pudiera esperarse. Sólo el reto de las puertas fue superado. Puede encontrarse su historia en la red, narrada por uno de los fugados (cuidado, PDF gigantesco, pero libro gratuito), en un inglés bastante duro, el inglés de Sudáfrica.

Alcatraz


De todas las fugas de la historia, quizás la más conocida de todas sea la que llevaron a cabo Frank Morris y los hermanos John y Clarence Anglin.


De la tenida por a prueba de fugas cárcel de Alcatraz, consiguieron en un lapso de dos años crear una balsa con materiales de desecho, fabricar unos rudimentarios maniquíes y escapar de la cárcel, a través de un pasadizo que habían hecho, cavando por turnos durante días.

Consiguieron escapar en la balsa, pero días después esta fue encontrada, así como objetos personales de los fugados. Se les buscó por tierra, mar y aire, pero al final, al no encontrar el más mínimo rastro de ellos, se les acabó dando por muertos, ahogados mientras trataban de llegar al tierra firme.

La principal prueba para argumentar esto es que, en todos las ciudades de la costa próximas a la isla de Alcatraz, no se encontraron el clásico reguero de coches robados que van dejando los prisioneros evadidos a su paso.

Mucho se ha escrito sobre todo esto, así que no merece la pena repetir más. Incluso se ha filmado una película, que tiene a Clint Eastwood como protagonista, en el papel de Frank Morris, la cabeza pensante en tan elaborado plan de fuga.

Franz von Werra


Nunca lo suficientemente reconocido, Franz von Werra fue el único aviador alemán que, tras ser detenido y encarcelado en Inglaterra durante la II Guerra Mundial, consiguió escapar de vuelta al Reich.

Es triste que sólo los vencedores de las guerras tengan derecho a nombrar héroes. La historia de Franz von Werra es muy interesante. No cabe duda de que una gran parte de mentiroso y fanfarrón no le faltaba, pero su iniciativa para la fuga quizás no haya tenido parangón.

El 5 de septiembre de 1940, durante la batalla de Gran Bretaña, el avión de von Werra fue derribado y su piloto capturado por los ingleses, que lo enviaron a un campo de prisioneros de guerra.

El 7 de octubre de ese mismo año, consiguió escapar del campo, mientras los soldados les permitían a los reclusos daban un paseo fuera del campo de prisioneros. Cinco días después, el 12 de octubre, tras un vagar errático por los campos ingleses, fue de nuevo detenido y puesto bajo mayor vigilancia.


El 3 de noviembre de 1940 fue enviado a otro campo de prisioneros. Allí se unió a un grupo de presos que planeaba una fuga, cavando un túnel subterráneo. El 17 de diciembre consiguieron escapar por el túnel. Pero de todos los evadidos, el único que consiguió no ser capturado pocos días después fue Franz von Werra.

Con más cara que espalda se dirigió hacia un aeropuerto militar, varios días después, argumentando que era un piloto holandés de la RAF y que pretendía volver al continente, a la batalla. A pesar de que estuvo a punto de conseguir un avión, al final su falsa identidad fue desvelada y de nuevo se le detuvo.

En enero de 1941 se le pusieron las cosas aún más difíciles, ya que fue enviado a Canadá, a otro campo de prisioneros. El 21 de enero, mientras viajaba en un tren de prisioneros por las gélidas tierras de Canadá, saltó del tren en marcha. Otros siete prisioneros, durante ese mismo viaje, escaparían del mismo modo. Pero todos fueron detenidos, salvo el indestructible Franz von Werra.

Afortunadamente para él, no estaba lejos de la frontera con Estados Unidos, que en la época se mostraba neutral ante el conflicto europeo. Cruzar uno de los ríos más caudalosos del mundo, el Saint Lawrence, en un país que no tiene fama de caluroso, en pleno invierno, no debió resultar tarea fácil para Franz von Werra. Pero al otro lado de la orilla estaban los Estados Unidos esperándole. Se entregó a las autoridades que empezaron a preparar su extradición de vuelta a Canadá. Pero el Cónsul alemán usó sus influencias hasta facilitarle el escape hacia México. Y de ahí, fue fácil llegar hasta España y de vuelta a Alemania, donde fue recibido, merecidamente, con honores de héroe, recibiendo de Hitler la Cruz de Hierro, una insignia que pocos soldados consiguieron en toda la guerra.

La fuga perfecta


Muchas otras fugas importantes, algunas a las que se le ha dado tal vez más importancia de la que realmente tuvieron, como las de la prisión a prueba de fugas del Castillo de Colditz, o la de los escasísimos prisioneros de Auschwitz que consiguieron escapar de tan macabro campo de prisioneros. Al fin y al cabo los que se marcharon eran los presos VIP que disponían de todo tipo de facilidades y alguno de ellos tras años de colaborar con las autoridades alemanas en el campo - en esas condiciones yo también habría colaborado.

Quizás no hubo una fuga perfecta, pero me imagino como la perfecta a una en que se combine la frescura de ideas de Jack Sheppard para detectar los horarios de los cambios de guardias. La brutalidad si fuera necesaria de los Texas Seven. El trabajo metódico y concienzudo de Frank Morris. La capacidad técnica para la cerrajería de los presos sudafricanos. El ingenuo optimismo de Franz von Werra y los cojones de Pyotr Patrushev.

Visto en Dondado.

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